16/2/07

Mata el tiempo.. - Luis María Candioti

“Mata el tiempo”, la voz rebotaba en las paredes de metal, “no te queda otra”, su tono era demasiado profundo, tanto que parecía golpear el cuerpo de Esteban con cada letra.

“Si no empezás a buscar la forma de que pase el tiempo, te vas a volver loco”. Esteban se retuerce contra el ángulo en que se halla sentado, intentando desembarazarse de las palabras, tapando austeramente sus oídos con sus delgados brazos, mientras el suelo mojado humedece sus pantalones.

“Yo sé de lo que estoy hablando, já...”, la risa golpea duramente las perturbadas ideas de Esteban, “yo sé bien de lo que te hablo, si no fuese porque encontré una buena forma de matar el tiempo ya estaría totalmente loco”. Esteban mira por entre sus brazos la lámpara que se halla amurada al techo, detrás de una pequeña reja. Sus pupilas se contraen con el roce de la luz. Tras la reja se ve una polilla que revolotea chocando contra la bombilla de la luz. El ojo sigue con total exactitud cada movimiento que realiza el insecto. La voz se va deformando hasta transformarse en un terrible zumbido sin coherencia que golpea de forma certera el inconsciente de Esteban.

La polilla golpea intermitentemente contra la lámpara, Esteban se pregunta si estará intentando suicidarse; su ojo la sigue con persistencia, se cuestiona hasta que punto no será la voz el motivo por el cual se quiere suicidar. El ojo se queda quieto, Esteban corre los brazos de delante de su rostro y una poderosa luz blanquecina ilumina la mueca de terror que se dibuja en él. La polilla traspasó la reja y comienza a volar hacia Esteban y a cada centímetro que se le acerca se incrementa su tamaño hasta ser casi tan grande como él. El rostro del insecto se halla totalmente aplanado debido a los golpes dados contra la lampara, Esteban intenta retroceder chocando su espalda contra la fría pared de metal. La polilla agita sus enormes alas incansablemente sin provocar ni la menor brisa. Esteban se pone de pie y sin darle la espalda al insecto comienza a golpear frenéticamente la pared que hay detrás de él con los pies y las manos intentando romper el acero. La polilla se apoya en el suelo y mira a Esteban, quien se refleja en los ojos del insecto.

“No permitas que lo logre”, una voz sumamente chillona llena la habitación, la aterrada expresión de Esteban se incrementa aun más al darse cuenta que la fuente de donde proviene la voz es la misma polilla.

“Ellos están intentando trastornarte, como lo hicieron conmigo”. Esteban se queda quieto, sus ojos se iluminan mostrando un deje de inteligencia.

“Vos no sos real”, la voz de Esteban suena tranquila y tajante, la polilla gira la aplanada cabeza en señal de incredulidad. “Claro que soy real, soy lo único real que ves desde hace mucho tiempo”, en la voz de la polilla se nota cierto tipo de inseguridad.

Esteban da un paso hacia ella, que se queda mirándolo. Cuando la mano derecha de Esteban comienza a alzarse la polilla retrocede velozmente.

“No me toques...”, en su voz se siente un temor atroz, “si me tocas me muero en el acto”, continua la aterrada polilla, “tu sudor es peor que ácido para mí”. La polilla retrocede hasta dar contra la pared, Esteban se le acerca con la mano en alto, “Si no te toco nunca voy a saber si sos real”, su voz corta el aire.

“Me vas a matar y no voy a poder ayudarte”, la cara de la polilla no para de girar de un lado al otro, en sus ojos se refleja la imagen de Esteban cada vez mas cerca, se ve una mano que crece y crece sin detenerse.

“Por lo que más quieras...”, el chirrido desgarrador de la polilla hace temblar el filamento de la lámpara. Esteban apoya su mano sobre la aplanada cabeza de la polilla a quien instantáneamente se le aflojan las patas y cae inerte. Esteban se queda de pie mirándola un instante, luego retrocede lentamente sin darle la espalda, mientras comienza a cubrir su rostro con los brazos, hasta que su espalda choca contra el ángulo de la habitación y deja que su cuerpo se deslice por éste hasta el suelo y siente que sus extremidades se humedecen en el piso mojado.

“Tenés que encontrar la forma de matar el tiempo”, la voz retumba en las paredes de metal, Esteban se cubre los oídos y dirige la mirada hacia donde se hallaba la gigantesca polilla: en su lugar solo ve un pequeño insecto muerto.

“El tiempo puede ser tu peor enemigo, el tiempo te persigue”, Esteban se cubre todo el rostro, salvo un ojo con el que mira hacia la lámpara.

Dos polillas gigantes observan a través de un vidrio a Esteban, que se halla acurrucado contra un ángulo. Una de las polillas fuma mientras habla por un micrófono. “Yo sé lo que te digo”, concluye la voz chillona de la polilla, mientras la otra polilla anota en una planilla los resultados que se van desarrollando en el experimento.

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